7 de octubre

El 7 de octubre de 2023 es una fecha fatídica para las comunidades judías de Israel y del resto del mundo. El ataque terrorista de Hamás dejó un saldo de 1,200 personas asesinadas, muchas de ellas de forma brutal al interior de sus hogares, incluyendo familias completas. La matanza más grande de judíos en un solo día desde la Shoá. Jóvenes violadas y niñeces torturadas son imágenes que se integran desde entonces al martirologio del pueblo judío. Decenas de judíos fueron secuestrados, unos 100 aún en cautiverio en lo que queda de Gaza. “Matar judíos” como lo hicieron ese día militantes de Hamás, epítome de la historia del antisemitismo, abrió una puerta desconocida hasta ese momento: ni siquiera el Estado de Israel, que se fundó en 1948 para brindar seguridad al pueblo judío tras la Shoá, es ya un lugar seguro para los judíos. Esa sensación de vulnerabilidad se ha incrementado a lo largo y ancho del mundo judío. Las protestas sociales contra la mortal y destructiva respuesta vengativa israelí sobre la franja de Gaza han arrojado a la par una serie de actos y dichos antisemitas que han puesto en vilo a comunidades judías. La crítica a la respuesta israelí muchas veces deja se ser legítima cuando repite los tropos clásicos del antisemitismo que se dirigen a los judíos: por ejemplo, desmantelar al Estado de Israel prácticamente resolverá todos los problemas del mundo. Por otra parte, al interior de las comunidades judías se replica lo que la polarización que atestiguamos en los espacios públicos y las redes sociales, las más de las veces con un lenguaje cargado de grandes conceptos y una diversidad de comprensiones disímbolas. El abuso del lenguaje ha borrado en momentos la pluralidad que priva en el judaísmo contemporáneo: se ha abierto una brecha entre los judíos que se declaran sionistas y anti-sionistas. La escucha entre estos dos frentes tiende a ser mínima, al interior de una discusión acusatoria e ideologizada; que defiende posiciones como si se tratara de una guerra de trincheras. Asumir una posición crítica –o que al menos cuestione-, desde cualquiera de estos frentes, puede ser considerado una “traición a la causa”. Finalmente, es necesario ver el antes y después del 7/10. La relación asimétrica de Israel con el pueblo palestino no puede obviarse. Esa relación, incluso desde la legítima autodeterminación política del pueblo judío, sigue siendo el gran pendiente a discutir al interior de las comunidades judías en todo el mundo, incluso dentro de Israel. No es sencillo pasar de víctima a victimario, mucho menos cuando el halo de ser victimizado se mantiene presente.